lunes, 25 de agosto de 2025

LOS SUPERSÓNICOS


 


    Estábamos en segundo de aquella Educación de Primera Enseñanza. Los días avanzaban en el Diego Laynez de abajo con la rutina que cada día de la semana nos traía. Los lunes, gramática; los martes matemáticas y así sucesivamente. Cuando acabábamos la tarea, siempre quedaba tiempo para hablar, porque a todos los niños nos ha gustado siempre hablar en clase de otras cosas ajenas a lo que allí se cocía. Yo tenía un amigo, buen amigo. Le decíamos "El Pío". El nombre era así, ya lo habíamos visto en los tebeos con aquellas historietas de Don Pío. Pues bien, este amigo me introdujo en el mundo de los dibujos con movimiento, en los dibujos animados, porque tenía televisión y por aquel entonces, poca gente de la que yo conocí la tenía. Me hablaba de los Supersónicos, aquella familia del futuro que disfrutaba de todo tipo de máquinas domésticas que les facilitaban la vida. Así que, movido por esa curiosidad fui varias veces a su casa, en la calle Las Monjas. Allí, no sólo disfruté de los Supersónicos; también me topé con aspectos duros de la vida, desconocidos para mí. No todo era dibujos animados. Antonio Pío fue mi amigo.

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