En esas calles aledañas a la iglesia jugamos de pequeños en alocadas carreras y gritos. No nos gustaba la siesta y, con toda la calor del mundo concentrada allí, salíamos sin temor a nada. Eran calles empinadas, con pendiente, con unas líneas hundidas para que las caballerías pudieran casi trepar. Cuando llovía, esas tremendas tormentas de verano que apretujaban el corazón y estallaban en la peña, corrían ríos de agua y los barcos de papel, que construíamos con rapidez, comenzaban un viaje sin retorno hasta encallar muchas calles más allá, cuando cesaba la corriente. Sencillamente, era cojonudo.
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martes, 29 de julio de 2025
martes, 8 de julio de 2025
EL VERDECILLO EN EL TENDEDERO
Salí con cuidado porque este pajarillo estaba fijo en una de las cuerdas del tendedero. ¿Cómo es que se dejaba acercar con esa frialdad que rayaba lo suicida? Cuando estos comportamientos ocurren, algo hay que se sale de lo normal, porque lo normal es que hubiese huido a las primeras de cambio. ¿Quién estaba cerca? Ésta de abajo... Y por allí cerca, su nido. Un abrazo.
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